lunes, 22 de febrero de 2010

El Diploma de la "Excelencia"


¿Vale la pena ser un pelota?

Me cabrea. Me cabrea la gente que puede pasar sin darle un buen regalo a su amigo en el cumpleaños pero tiene que ser la que más pone para el cumpleaños del jefe. Me cabrea la gente arrodillada que no tiene otra forma de destacarse distinta a su amabilidad . Me cabrea cuando la gente no es comedida por vocación sino por conveniencia. Me cabrea la gente que a la más mínima voz de nimio reconocimiento es capaz de vender a la mamá con tal de congraciarse con el mundo. A todos nos ha pasado. Tenemos un compañero de trabajo que es así. Conozco personas que son capaces de negar los principios que les inculcaron en sus casa, de traicionar amigos y mostrarse impasibles frente a las consecuencias con tal de mantener su imagen frente a los superiores de turno. Conozco personas que siempre están de acuerdo con la opinión del jefe así los perjudique. Y esa gente suele ser tan estúpida que a veces no se entera de que los comentarios despectivos del jefe también van dirigidos hacia ella. ¿Vale la pena ser un pelota? Más allá de ganarse el desprecio de sus compañeros de trabajo, los pelotas suelen lograr lo que quieren: perpetuarse en sus tareas triviales, asegurar el trabajo, convertirse en parte del mobiliario de la empresa. Sus antiguos jefecitos se olvidarán de ellos. Sus antiguos compañeros evitarán saludarlos. Y estas mediocres personas seguirán sonriendo mediocremente, sintiéndose felices de nunca quedar mal con nadie, con un regustillo a mierda en lengua de tanto haber lamido traseros.